Hace tres meses nadie había escuchado hablar del SARS-CoV-2. Hoy el nuevo coronavirus ha llegado a la mayoría de los países del mundo y causado 492.000 infecciones identificadas (al 26 de marzo, y no se sabe cuántas personas asintomáticas o pre-sintomáticas hay contagiadas), ha hecho colapsar el sistema de salud en países como Italia o España y amenaza los del Reino Unido y los Estados Unidos. Las economías están en caída libre: el Parlamento Europeo debate un plan de rescate de € 750.000 millones y el Congreso estadounidense votó uno de USD 2 billones mientras 3,3 millones de personas —un récord histórico— solicitó ayuda por su desempleo. Los niños dejaron de ir a la escuela, los adultos que pueden trabajan desde las casas, los amigos y las familias se encuentran en videollamadas.
El COVID-19, “ha perturbado la sociedad moderna a una escala que la mayor parte de las personas vivas nunca han visto”, escribió Ed Yong, especialista en ciencia de The Atlantic, en un extenso análisis del futuro inmediato de la pandemia y los escenarios posibles del día después, que mereció la recomendación del ex presidente de los Estados Unidos Barack Obama.
“Una pandemia global de esta magnitud era inevitable”, aseguró. “En los años recientes, cientos de expertos en salud han escrito libros, informes para políticos y columnas de opinión para medios advirtiendo sobre la posibilidad. Bill Gates se lo ha estado diciendo a cualquiera que quisiera escucharlo, incluidos 18 millones de espectadores de su Charla TED”. Al fin, sucedió. Y se trató de un patógeno “más transmisible y mortal que la gripe”, y sobre todo “más silencioso, que se propaga de un huésped a otro durante varios días antes de causar síntomas visibles”. Para contenerlo, subrayó Yong, los países “deben desarrollar un test y usarlo para identificar a las personas infectadas, aislarlas y rastrear a aquellos que tuvieron contacto con ellas”.
Fuente MSN