La erupción del volcán Kilauea en Hawái nos ha dejado imágenes espectaculares y a la vez apocalípticas.
En los últimos días hemos visto ríos de lava que avanzan imparables por las carreteras y se tragan las casas y los autos que encuentran a su paso. Desde arriba, se ve su color naranja incandescente y las columnas de humo.
Durante años, los organismos de emergencia han intentado toda clase de estrategias para frenar el avance de la lava, desde enfriarla con agua hasta bombardear su trayecto para debilitar el flujo. ¿Qué tan efectivos han resultado estos mecanismos?
Una mole en movimiento
Los volcanes de Hawái son especialmente particulares, tanto, que sus erupciones son una categoría en sí misma entre las varias que los geólogos tienen identificadas.
Se les llama, cómo no, "erupciones hawaianas" y se caracterizan no tanto por ser explosivas, sino por despedir lavas que se derraman por el cráter y por grietas en las laderas del volcán.
Para ello, en erupciones del volcán Mauna Loa en Hawái se utilizaron bombas para segmentar el fuerte flujo de lava en varios flujos más débiles. Con este método, que también se ha intentado en Sicilia, Italia, donde está el volcán Etna, se ha logrado desviar el curso de la lava, mas no detenerla.
También se ha intentado enfriar la lava con agua, sin embargo, este método también tiene sus limitaciones. "Tratar de enfriar la lava funciona si son flujos pequeños, porque si no, se evapora el agua y ya", le dice a BBC Mundo la geóloga Martha Calvache, directora de geoamenazas del Servicio Geológico Colombiano.
Según explica Calvache, incluso si se logra enfriar la corteza, en su interior se forman los llamados "túneles de lava", donde el flujo puede permanecer caliente incluso por meses.
Fuente: BBC Mundo.com