Ante esta realidad, los colegios tanto públicos y privados, por normativa, vienen tomando acciones para evitar el acoso escolar. El Colegio Bruning La Molina, por ejemplo, ha implementado medidas preventivas y correctivas que incluye la instalación de cámaras en los patios de recreo, especialmente enfocando el ingreso a los baños; un protocolo de convivencia y constantes charlas para padres y alumnos.
“Los profesores tienen un rol fundamental, por lo tanto, están en permanente análisis de la dinámica de los niños y establecen los criterios cuando se trata de *bullying*”, señala la directora Alicia Montenegro.
Por su parte, el Colegio Santiago Apóstol, ubicado en Santiago de Surco, también posee cámaras de videovigilancia para la detección a tiempo de posibles situaciones de acoso y la toma oportuna de acciones de control y mejora. “Hemos reforzado además la acción tutorial, realizamos charlas, conferencias y talleres dirigidos a maestros , alumnos y padres de familia, y tenemos boletines informativos mensuales”, afirma su director, Carlos Torres.
CUIDADO CONSTANTE
Otra de las instituciones educativas que cuenta con medidas para prevenir el bullying es el colegio San Roque. Para ello capacitan a su personal docente en forma permanente en temas como liderazgo pedagógico y tutoría, a fin de dotarlos de las herramientas necesarias para que sepan manejar diversas situaciones. También brindan a los estudiantes charlas que orientan una mejor convivencia escolar, y charlas para padres donde se abordan temas como la formación de valores.
“No hemos tenido casos de bullying, pero ante situaciones fortuitas de menor envergadura que se puedan dar entre estudiantes, actuamos inmediatamente con el jefe de normas educativas y el departamento de psicología”, explica Janet Pajuelo, directora del colegio.
FACTOR FAMILIA
Pero ante un caso de bullying, ¿cuál es el principal reto que enfrentan los colegios? Los especialistas coinciden en afirmar que básicamente es el nivel de aceptación de la familia del estudiante agresor, ya que por lo general se muestran renuentes a tomar acciones al respecto.
“Trabajar con los protagonistas (buleador y los cómplices) es un gran reto. Sin duda la familia juega un rol sumamente importante, pues es en la familia donde empieza la práctica de principios y donde también se fortalece el autoconcepto, la autoestima, la autoconfianza, la autonomía y la seguridad”, acota Montenegro.
En esa línea, Torres señala que la familia es la primera institución que debería percatarse del comportamiento del menor, tanto en su papel de agresor como el de víctima. “Creo firmemente que solo el trabajo complementado y responsable entre la escuela y la familia conseguirá revertir las situaciones de violencia que vemos a diario, logrando en conjunto la formación de ese ciudadano íntegro que reclama la sociedad”, sentencia.
El Comercio.pe