Más de 40 días de protestas, 76 muertos y cientos de heridos no han logrado que el gobierno del presidente Daniel Ortega en Nicaragua dé su brazo a torcer para apartarse de su cargo y restaurar la democracia plena en el país, como lo exigen sus opositores.
El país centroamericano se encuentra sumido en una profunda crisis, marcada por el descontento social, la caída de la economía y la polarización de sectores como el empresarial, todo ello producto de un modelo de Gobierno que lleva prolongándose por once años y que, según dijo a EL TIEMPO Mariano Bartolomé, analista de política internacional y experto en seguridad regional, “se encuentra en el principio de su fin”.
¿Por qué la prolongación de las manifestaciones?
A diferencia de otras crisis, esta vez se evidencia un claro agotamiento de los nicaragüenses con el modelo de gobierno de Daniel Ortega que lleva en el poder de manera ininterrumpida desde el año 2007. Sin embargo, desde la elección del 2011, el Gobierno ha mostrado un constante deterioro de las reglas de juego republicanas, de la independencia de poderes, del respeto de los derechos humanos y de las libertades individuales. Además, hay presos políticos en Nicaragua y la situación económico-social en los últimos tiempos se ha venido en picada.
Otra razón es que se ha cortado el flujo de divisas que entran desde Venezuela, y que por varios años le han servido al Gobierno para hacer obras públicas y contentar al sector empresarial, que en varias ocasiones trabajó en conjunto con el Poder Ejecutivo. Sumado a ello, el Estado venezolano tampoco está importando productos nicaragüenses. Ello ha desembocado en el distanciamiento de ese sector empresarial que, aunque no se ha sumado presencialmente a las marchas, sí ha manifestado su inconformidad con el manejo del gobierno de Ortega.
También hay descontento por la acumulación de poder de Rosario Murillo, esposa de Ortega y vicepresidenta de Nicaragua.
Absolutamente. El modelo político nicaragüense es un modelo que no solamente tiene cierto grado de populismo y autoritarismo, sino que además es claramente despótico porque la mujer oficia de vicepresidenta y tiene un nivel de poder dentro de la estructura del Estado que lo único que hace es dañar la imagen del régimen. Ello se agrava con que Murillo no tiene una personalidad fácil, es altanera, soberbia y bastante autoritaria. El Poder Ejecutivo no debería estar compuesto por el marido y la esposa, eso realmente no habla bien y desprestigia al Gobierno nicaragüense.
Los diálogos se detuvieron esta semana ante la falta de consenso entre las partes. ¿Podrán reanudarse?
Sí. La intención de todas las partes involucradas, especialmente de la Iglesia y el empresariado, pareciera mantenerse en pie. Ambos han pedido el restablecimiento de las conversaciones y que haya un proceso negociado para salir del conflicto, por lo que considero pronto volverán a la mesa.
¿Tendrán repercusión en la comunidad internacional las denuncias de organismos como la CIDH?
El papel de la Corte Interamericana de Derechos Humanos está más encaminado hacia poner en evidencia y visibilizar los excesos del gobierno de Ortega, que además los comete a través de los aparatos del Estado y de algunos colectivos que gozan oficialmente del auspicio y la cobertura del Poder Ejecutivo.
En la medida en que los abusos de poder se hagan visibles, trascenderán a la comunidad internacional y contribuirán a que el Gobierno tenga que abandonar esas prácticas porque se enfrenta a una condena importante no solo de organizaciones locales del sector civil vinculadas con la protección de los derechos humanos y el respeto de las libertades individuales, sino también por parte de otros países.
¿Por qué Ortega optó por el camino de la represión?
Si bien esta no es la primera vez que hay protestas en Nicaragua, todo ese malhumor social explotó de una manera que el Gobierno no lo preveía. Recordemos que todo se inició a raíz del incendio de una reserva forestal en el sur del país y del ofrecimiento de ayuda por parte de Costa Rica que el Gobierno de Nicaragua rechazó, por lo que hubo un levantamiento, una crítica de los ambientalistas, y esto salta después de la reforma de la seguridad social. Todo esto excedió las estimaciones del Gobierno y los llevó a actuar de manera tan drástica y brutal. Además, de una forma que por supuesto ha sido contraproducente porque en algún punto ha envalentonado a los manifestantes y también ha deslegitimado y desacreditado la imagen del Gobierno ante la opinión pública.
Al punto de que la gente está comparando a Ortega con el dictador Somoza…
Eso es muy interesante, porque la gente dice, bueno, en definitiva el sandinismo vino a resolver y a enmendar los desastres que hizo Somoza, dentro de ello los abusos de poder, y ahora resulta que termina siendo lo mismo. Además, el mismo Gobierno se está amparando en la excusa de haber llevado adelante la revolución sandinista para violar la Constitución y excederse con el pueblo.
¿Qué viene para Nicaragua y para Daniel Ortega?
Sea con la Iglesia como mediador o con el empresariado, en algún momento Ortega va a tener que reinstaurar un diálogo. No creo que la ciudadanía en las calles cese en su intento por mejorar al país.
Al final del camino va a estar el final de este Gobierno con la convocatoria de elecciones libres y transparentes, y en un escenario electoral de ese tipo, sin lugar a dudas, no va a ganar Ortega porque la verdad es que, si bien tiene una base de sustento que son los sectores más bajos, ese apoyo se ha ido disminuyendo, por lo que en un proceso electoral el sandinismo terminaría siendo derrotado en las urnas y asistiríamos a un cambio de Gobierno.
Fuente: El Tiempo.com
Fuente: El Tiempo.com