La hora de la revisión médica ha llegado para Donald Trump, de 71 años y el hombre de mayor edad que accede a la presidencia estadounidense, que tiene cita a finales de esta semana en un hospital militar de los alrededores de Washington.
Pero tanto sus detractores, que se interrogan abiertamente sobre su salud mental, como sus incondicionales, que denuncian viles ataques contra el presidente, quedarán decepcionados: el balance de salud se limitará a verificar su peso, la tensión arterial y los niveles de colesterol.
No hay ningún examen psiquiátrico previsto para quien se califica a sí mismo de "genio estable", una extraña formulación.
Ahora bien, a pesar de que durante la campaña presidencial su médico personal Harold Bornstein, aseguró, en un tono más folclórico que científico, que era "el individuo con mejor salud elegido a la presidencia", las dudas persisten.
Las preguntas acaban de ser relanzadas con el polémico libro del periodista Michael Wolff, que pinta un retrato virulento del exmagnate inmobiliario y asegura que su entorno duda de su capacidad de gobernar.
El inquilino de la Casa Blanca no está obligado a someterse a una revisión médica ni a hacer públicos los resultados, pero este trámite se ha convertido en una tradición, y el poder ejecutivo asegura que Donald Trump va a seguir los pasos de sus predecesores.