Las muestras de cariño de sus hijos durante la sesión de fotos no faltan. Tampoco los halagos sobre la que consideran como una súper mamá.
“Ella siempre nos ayuda en todo y cuando nos caemos, nos ayuda a levantar”, confiesa risueña la menor de las niñas, Lya Melisha, sobre Paola Díaz Hernández.
A su vez, Mya Paola asegura que “es especial de una manera que no se puede describir, porque pasa la línea por mucho”.
Y mientras, su hermano revela entre risas cuánto le encanta a mamá darle besos.
A simple vista se ve cómo Díaz Hernández se disfruta cada momento con sus tres retoños, procreados con el fenecido entrenador físico y empresario Francisco Rosa. Pero no todo fue sonrisas en el proceso de la crianza.
A pocos años de comenzar la maternidad, llegó la viudez. Sus hijos Mya Paola, Francisco Andre y Lya Melisha tenían 4 años, 2 años y medio, y 8 meses, respectivamente, al momento del deceso del padre en 2010 como consecuencia de cáncer de cabeza y cuello, diagnosticado en 2008.
“Fue difícil, porque uno no piensa que eso va a pasar. La relación de matrimonio apenas estaba empezando, estábamos empezando a crear y formar una familia, entonces uno a esa edad no espera quedar viudo”, lamenta Díaz, quien tenía 34 años para entonces y se dedicaba a tiempo completo a sus funciones como ama de casa. “Fue un proceso bien fuerte porque no es uno, son tres con tres personalidades diferentes y con necesidades diferentes”, puntualiza.
“Para mí fue un impacto. Tenía dos opciones, o quedarme llorando todas las noches en silencio cuando la puerta se cierra”, reflexiona, “porque en la noche, que estaba solita conmigo y mis pensamientos, lo único que hacía era llorar. Hasta que dije, ‘esto no puede seguir así. O sigo llorando y me internan, ¿y qué va a pasar con estos tres niños?, o me pongo para mi número’”.
Fue así como el ejercicio hizo un cambio en su estado de ánimo y su proceso de luto. “A las 3:00 de la mañana yo decía ‘¿cómo puedo parar de llorar?’. Me puse las tenis y empecé a correr, porque no puedes correr y llorar al mismo tiempo, eso lo descubrí, eso me empezó a aumentar las energías poco a poco”, rememora. Con esto, llegó la oportunidad de seguir manejando los proyectos del empresario, de certificarse como entrenadora personal y poner en práctica lo aprendido en su título en Mercadeo y Desarrollo de Programas y Servicios.
“Por un lado me han quitado muchas cosas lindas, pero por otro lado me han dado bendiciones”, asegura con una amplia sonrisa mientras observa a sus retoños. “Tengo los tres hijos más espectaculares de este mundo. Ellos son mi motor, la luz de mis días”.
Al hablar de la dinámica familiar, comparte enfática que “a los tres siempre les he dicho que tienen que ser únicos. Aquí no podemos ser réplica de esta amiguita que me cae bien, o quiero aparentar ser eso”.
También, les ha inculcado que “si yo no estuviese, ellos tienen que entender que lo único que se tienen es el uno al otro y que tienen que velar por uno al otro. Además de eso, tienen que recordar que tienen un hermano con necesidades especiales (autismo) y que tienen que velar por él”.
Díaz menciona que la comunicación constante es, también, parte de su estilo de crianza. “Siempre he tratado de ser bien clara con mis hijos. Lo he hecho desde el día uno, hablar las cosas como son”, destaca. “Cuando la enfermedad de Francisco, lo hice. ‘Papá tiene una enfermedad y se llama cáncer’, para mí no hay tabú”.
Del mismo modo, señala ser “de las mamás que piensan que los niños se tienen que escuchar y tienen derecho a hablar. No soy de estas mamás dictadoras. Pienso que los niños tienen voz y voto, y hay que apoyarlos a cada uno”.
La orgullosa madre no deja de agradecer toda la ayuda en el proceso de crianza. “Soy bendecida, porque Dios me ha puesto muchos ángeles en el camino, empezando por la madre que me parió, el apoyo de mi familia, de mis vecinos, mi hermana.
Fuente: Primera Hora.com