Washington, 14 dic (EFE).- Hace hoy cinco años, Jesse Lewis salvó a nueve de sus amigos de la escuela de Sandy Hook en Newtown (Connecticut, EEUU). Aprovechó que el tirador estaba recargando su fusil y, en un último acto de valentía, gritó para que sus amigos salieran corriendo.
Jesse Lewis se quedó al lado de su profesora. Murió víctima de las balas de Adam Lanza, un joven de 20 años con problemas mentales que disparó a su madre mientras dormía y, por razones que aún se desconocen, acudió a su antigua escuela de Sandy Hook para cometer uno de los peores tiroteos de la historia de EEUU.
"Celebro hoy la corta pero buena vida de Jesse", dijo a Efe su madre, Scarlett Lewis, que aún se estremece por la magnitud de la masacre: 20 niños y seis profesores muertos.
Cuando su hijo murió, Scarlett creyó que jamás podría volver a su pequeña granja de Newtown: estaba demasiado impregnada de la energía de Jesse, de sus saltos en los sofás, sus risas y sus gritos. Cada vez que entraba en una habitación con toda la fuerza de sus pulmones clamaba: "¡Aquí está Jesse!".
El día del funeral, Scarlett acudió a su casa para recoger algunas ropas para poder enterar a su hijo y, entonces, en la pizarra de su cocina leyó tres palabras: "nutrir, armar, sanar".
Esas palabras las había escrito Jesse con una tiza blanca justo antes de ir a la escuela.
"Esas tres palabras son la definición de compasión en cualquier cultura", reflexiona Scarlett. Después de la tragedia, abrazó esas palabras escritas con tiza, tomó ejemplo del gesto que hizo Jesse para salvar a sus compañeros de clase y, entonces, eligió el "camino del amor y el perdón".
Fundó una organización con el nombre de su hijo, llamada "el movimiento Jesse Lewis elige el amor", y que se dedica a enseñar a los niños aptitudes emocionales y sociales para ayudarles a entender los problemas a los que se enfrentarán en el futuro y a gestionar sus sentimientos de enfado.
Scarlett cree que si Adam Lanza, el joven que asesinó a su hijo, hubiera sabido gestionar sus sentimientos de depresión y ansiedad, no habría cometido la matanza de Sandy Hook.
"Me di cuenta de que Adam Lanza había nacido como un perfecto niño de Dios, como tú y yo. Se convirtió en un asesino masivo por su ambiente. Descubrí que había sido intimidado, tenía problemas de salud mental, le ignoraban, estaba aislado, deprimido y sentí compasión por él", cuenta Scarlett.
"La tragedia -considera- podría haberse evitado si se le hubiera dado amabilidad, cariño y preocupación".
Entonces, la mujer decidió convertirse en la "solución a los problemas del mundo" y, durante estos cinco años, ha dado conferencias en escuelas de todo EEUU para mostrar a profesores y estudiantes que tienen la opción de "elegir el amor" ante cualquier tipo de situación.
Ha diseñado un programa que cualquier profesor puede descargar desde su web y que unifica diferentes programas educativos existentes sobre inteligencia emocional.
El perdón fue para Scarlett como unas "tijeras" que le permitieron cortar el "cordón umbilical" que le unía al asesino de su hijo y que la obligaba a cargarlo a todos los sitios, llevando a cuestas su rabia y su enfado, succionando toda su energía e impidiéndola vivir.
En su granja de Newtown, Scarlett todavía hoy encuentra en su jardín pequeños soldaditos de plástico con los que Jesse jugaba y que, antes de su muerte, dejó escondidos entre las hierbas.
En un marco, Scarlett guarda un mensaje que Jesse dejó a su hermano mayor, que ahora tiene 17 años. Con un rotulador verde, en un papel cuadriculado, escribió: "Pásalo bien".