El mensajero Jabed Hussain estaba parado en un semáforo del este de Londres una noche cuando dos agresores le rociaron la cara con ácido y le robaron la moto.
Fue uno de los cientos de ataques con ácido que cada año ocurren en la capital británica y que llevaron al gobierno a actuar y a la policía a reclamar la colaboración de los ciudadanos.
Hussain recuerda sentir su "cara ardiendo" como resultado del líquido corrosivo.
"Si querían robarme la moto, hay muchas armas... ¿por qué eligieron el ácido?", lamentó, explicando a la AFP lo ocurrido en el lugar de los hechos, en el barrio de Hackney.
El número de ataques sube rápidamente. La capital británica fue escenario de 454 en 2016, casi el doble de los 261 de 2015 y el triple de los 166 de 2014.
Hussain sufre de dolores en el pecho desde que tragó agua que cree que contenía un poco de ácido, aunque su casco le protegió gran parte del rostro y no tiene cicatrices visibles.
Un repartidor de pizza que fue atacado el mes pasado en el noreste de Londres no fue tan afortunado y está grave tras ser rociado cuando el visor de su casco estaba alzado.
- Londinenses 'marcados' -
Jaf Shah, responsable de la Fundación de Supervivientes del Ácido, dijo que las víctimas "son increíblemente fuertes, resistentes y valientes".
"Teniendo en cuenta la devastación que causa un ataque semejante, la recuperación y el proceso requieren una enorme fuerza", explicó a la AFP.
Shah culpó del incremento de los ataques a la facilidad con que se puede comprar ácido, si bien constató que algunos casos recientes han despertado la atención del gobierno.
Así, en octubre, la ministra de Interior, Amber Rudd, anunció propuestas para que la gente en posesión de estas sustancias pruebe que tienen razones legítimas para ello, como en el caso de las armas blancas.
Rudd también pretende implantar una licencia para adquirir ácido sulfúrico altamente concentrado.