Pez grande come otro pez grande. Así podría definirse la compra con la que Disney se ha hecho por 44.300 millones de euros con 21st Century Fox, la sección de entretenimiento que hace especial hincapié en el área de ficción cinematográfica y televisiva de la empresa de Rupert Murdoch. Un acuerdo para dominarlos a todos y, de paso, poner patas arriba el ecosistema de majors de Hollywood. Tras décadas con un paisaje con seis grandes estudios dirigidos por megacorporaciones —big six, como se conocen en inglés—, el negocio podría convertirse ahora en un juego de cinco con un gigante a la cabeza: Disney, que, gracias a su dominio sobre taquillazos familiares y franquicias, lleva dos años liderando la cartelera. Pero tampoco Fox, que año tras año se disputa el tercer puesto, se queda a la zaga en poder e historia.
El movimiento en el tablero no es, sin embargo, solo un ataque directo al modelo clásico, sino también una embestida a Netflix. La compañía de Ted Sarandos es la reina del moderno streaming, pero la empresa del ratón Mickey no quiere quedarse atrás y busca mantenerse como única monarca del antiguo sistema y, de paso, dar guerra a las plataformas online. La estrategia recuerda a la de los supermercados Walmart frente a Amazon.
A falta de conocer la respuesta del mundo económico y político de la compra, lo que sí conocemos son las consecuencias para las marcas más famosas. Disney ya había adquirido Pixar, Marvel y Star Wars escalonadamente. En ellas había basado Bob Iger su estrategia comercial. A partir de esta compra el terreno es todavía más amplio. Estas son las franquicias que ahora podrá utilizar a su gusto, y las aristas.