A pocos días de cerrar 2017, Donald Trump está a punto de convertirse en el primer presidente de Estados Unidos en décadas que no invita a ningún líder a una cena oficial en visita de Estado durante su primer año de mandato. Con Trump las fiestas se han acabado en la Casa Blanca, al menos si los invitados son los presidentes de un país extranjero.
Con las cenas oficiales, al igual que muchas otras cosas, sucedió que Trump criticó durante su campaña electoral las costumbres presidenciales. Aprovechando una visita del presidente chino Xi Jinping en 2015, el candidato Trump se quejó de la invitación de Obama. “No voy a tirar el dinero de esa manera, le daré una hamburguesa de McDonald’s y nos pondremos a trabajar”, dijo en esa ocasión el aspirante republicano.
Desde que es presidente, Donald Trump ni siquiera ha invitado a una hamburguesa. No ha habido ninguna visita de Estado con cena oficial. Y, en cambio, cuando el presidente de Estados Unidos ha viajado, las ha recibido y las ha elogiado. “Magnífico”, declaró hace poco, a principios de noviembre, cuando le preguntaron por los agasajos de su gira por Asia, donde visitó Corea del Sur, Vietnam y China, donde Xi Jinping fue su anfitrión.
Las visitas de Estado son importantes herramientas diplomáticas que incluyen artísticas ceremonias de bienveniday cenas sofisticadas en la Casa Blanca. La secretaria de prensa, Sarah Huckabee Sanders, ha manifestado que “no hay razón particular alguna” para que Trump todavía no haya extendido una invitación de visita de Estado, pero indicó que se espera estrenar este tipo de lazos diplomáticos a principios de 2018.
Una visita de Estado está considerada un signo de amistad y sirve para mostrar lazos en asuntos estratégicos entre los dos países, asegura Anita McBride, funcionaria en tres administraciones republicanas diferentes, que fue jefa de gabinete de la primera dama Laura Bush.
“Y la Casa Blanca es el escenario mundial donde mejor se representa, ayudando a hacer más sólidas y a fortalecer las relaciones entre países”, argumenta McBride.
Dicen en el entorno que Donald Trump no paraba de hablar de las alfombras rojas, los desfiles mlitares y las cenas de lujo en su última visita a Asia. Pero aunque no haya hecho una invitación a la Casa Blanca, sí que presume de sus relaciones con presidentes extranjeros, incluido Xi Jinping. Trump y el líder chino se vieron el pasado mes de abril en una finca de Trump en Florida, donde fue agasajado con una cena completa, más allá de la hamburguesa prometida, y lo que Trump definió como “la tarta de chocolate más sabrosa del mundo”. “El presidente Xi lo está disfrutando”, añadió Trump.
El aviso
Trump se quejó, cuando era candidato, de una cena que dedicó Obama a Xi Jinping: “No voy a tirar el dinero de esa manera, les invitaré a una hamburguesa”
Trump ha organizado algunos almuerzos en la Casa Blanca con representantes de países extranjeros. Incluyendo los contactos oficiales en sus viajes al exterior, el inquilino de la residencia más famosa de Estados Unidos presume de haber tenido ya más de 100 contactos de este tipo. Pero ninguno puede compararse a una visita de Estado.
La tradición marca que la visita oficial en la Casa Blanca empieza con una elaborada ceremonia de recepción en el South Lawn, que incluye pompa de la guardia militar de honor, pasar revista a las tropas y una declaración de ambos líderes.
Posteriormente los presidentes se reúnen en privado en el Despacho Oval, antes de celebrar una rueda de prensa conjunta en el Ala Este o en el Rose Garden. La tarde acaba con el líder extranjero como invitado de honor en una cena oficial de Estado espléndida a la que asisten centenares de personas, como congresistas, empresarios, celebrities, o contribuyentes de los partidos políticos.
El líder extranjero, además, es invitado a un almuerzo en el Departamento de Estado, y a veces dirige una sesión conjunta de las dos cámaras del Congreso.
La mejor cara de Estados Unidos
Ese tipo de visitas están reservadas para ocasiones en las que Estados Unidos quiere mostrar su mejor cara a un líder y aliado en particular, afirma Peter Selfridge, que ejerció de enlace entre la Casa Blanca y los dignatarios extranjeros en calidad de jefe de protocolo entre 2014 y 2017. “Se trata de una importante flecha en la aljaba de un presidente cuando quiere mostrar la cara más amable de su lado diplomático”, resume Selfridge.
Y ese argumento no solo sirve para los presidentes de Estados Unidos. Conocedor de que a Trump le gusta que le adulen, Xi Jinping no reparó en detalles para impresionarlo en su visita de noviembre a Pekín. La visita empezó con una ceremonia de bienvenida ostentosa incluso para los habituales estándares chinos, con Trump y su esposa Melania siendo recibidos en el aeropuerto por políticos chinos y estadounidenses, una banda de música militar y niños agitando banderas y cantando “bienvenidos”.
La visita a Pekín continuó con un recorrido turístico por la Ciudad Prohibida que incluyó una cena. Nunca antes un líder extranjero había sido agasajado con un banquete oficial en la antigua ciudad imperial desde el nacimiento de la China comunista. La cena incluyó una representación de ópera.
A la mañana siguiente Trump fue obsequiado con otra ceremonia de bienvenida en el Gran Salón del Pueblo, redondeada con un desfile militar. “No puedes ver nada más bonito”, declaró Trump. La fiesta siguió con una cena oficial con vídeos en los que salía la nieta de Trump, Arabella, cantando en chino.
Según McBride, la decisión de no haber organizado aún una visita de Estado puede obedecer a que el primer año de Trump en al administración ha sido caótico, con mucha agitación en su staff y larguísimas negociaciones con el Congreso por las reformas de salud y fiscal. Y también porque Melania, la primera dama, que es la responsable de todos los detalles de las cenas oficiales, no se trasladó oficialmente a la Casa Blanca hasta el pasado junio.
El presidente de Estados Unidos disfrutó de la adulación de Xi Jinping en China pero no ha expendido aún ninguna invitación a un líder de otro país.
¿Quién será el primer invitado a una visita de Estado? “El mundo estará pendiente de ello”, asegura McBride.
Desde Calvin Coolidge, en la década de los veinte, ningún presidente había dejado de organizar una visita de este tipo en su primer año de mandato, según la Asociación Histórica de la Casa Blanca. Coolidge tomó posesión en 1923 tras la muerte súbida del presidente Warren Harding, y no ganó las elecciones hasta 1924. Coolidge albergó su primera cena de una visita de Estado en 1926, para recibir a la reina Marie de Romania, según la misma asociación.
Desde que asumió como presidente, Trump ha sido invitado por su homólogo francés, Emmanuel Macron, y ha aceptado un ofrecimiento de la reina Isabel II de Inglaterra para una visita de Estado. Pero de momento Trump no ha explorado la reciprocidad.